- POR FINATAH 26/05/2025
En este white paper se presenta una mirada estratégica a la inclusión financiera desde una óptica sostenible, centrada en su relevancia para el desarrollo económico y social del país. Se parte de una lectura crítica del contexto mexicano, combinada con referencias y marcos normativos nacionales, para identificar las principales brechas que limitan el acceso y uso de servicios financieros en la población más vulnerable. A partir de esta base, se delinean acciones concretas que las SOFOMES pueden emprender para convertirse en catalizadores de transformación. El documento busca servir como una herramienta para orientar a estas entidades hacia un modelo de negocio alineado con los principios de sostenibilidad y equidad financiera.
La inclusión financiera implica mucho más que abrir una cuenta o solicitar un crédito. Se trata del acceso efectivo, seguro y responsable a servicios financieros formales —como ahorro, crédito, seguros y medios de pago— por parte de todos los sectores de la población, especialmente aquellos que históricamente han sido excluidos: mujeres, habitantes de zonas rurales, personas con bajos ingresos. Este acceso, acompañado de un uso informado y protegido, es lo que permite a las personas mejorar su bienestar económico, planear su futuro y fortalecer su resiliencia ante crisis.
En este sentido, la inclusión financiera se convierte en un pilar de las finanzas sostenibles, al estar alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente el ODS 1 (fin de la pobreza), el ODS 5 (igualdad de género) y el ODS 10 (reducción de desigualdades). No se trata únicamente de ampliar la cobertura, sino de cerrar brechas con soluciones pertinentes y justas.
La raíz del problema no está solo en el acceso limitado, sino en una exclusión financiera estructural, íntimamente ligada a los niveles de pobreza y desigualdad. La Política Nacional de Inclusión Financiera (PNIF) define la salud financiera a partir de cuatro dimensiones clave: manejo de liquidez, capacidad de enfrentar emergencias, planificación de metas y control del gasto. A la luz de estas métricas, los datos son alarmantes: el 42 % de los mexicanos adultos no puede cubrir sus gastos mensuales, el 75 % no cuenta con seguros, y apenas el 43 % tiene la capacidad de enfrentar una emergencia económica con sus ahorros.
Aunque México ha registrado avances importantes —como el incremento del 56 % al 68 % en la tenencia de productos financieros entre 2018 y 2023— el nivel de ingresos sigue siendo la principal barrera. Más allá de eso, persiste una percepción generalizada de que los servicios financieros “no son para mí”, lo cual revela un desafío profundo en términos de educación, confianza y relevancia de los productos ofrecidos.
Género: Si bien los datos recientes muestran ciertos avances —como una mayor tenencia de cuentas de captación y créditos entre mujeres—, las desigualdades persisten en productos más complejos. La brecha en créditos hipotecarios en la banca de desarrollo, por ejemplo, alcanza hasta 86.6 puntos porcentuales a favor de los hombres. Sin embargo, las mujeres presentan un mejor comportamiento crediticio y alta participación en esquemas de financiamiento grupal, lo que representa una oportunidad clara para rediseñar productos con perspectiva de género.
Microempresas: Las microempresas, que representan la columna vertebral del tejido productivo mexicano, enfrentan serias barreras para acceder al financiamiento. Solo el 20 % logra acceder a crédito, en comparación con el 52 % de las medianas y 42 % de las grandes. Esto refleja una exclusión estructural que limita su crecimiento y sostenibilidad.
La Política Nacional de Inclusión Financiera propone seis ejes de intervención para revertir las causas estructurales de la exclusión:
Las SOFOMES ocupan un lugar singular dentro del ecosistema financiero mexicano, precisamente por su versatilidad y capacidad de adaptación. A diferencia de los bancos tradicionales, estas entidades pueden operar con mayor flexibilidad regulatoria, lo que les permite innovar en productos, operar en territorios donde otras instituciones no llegan, y atender a segmentos que han sido históricamente excluidos. Esta combinación de agilidad operativa, proximidad con los usuarios y enfoque especializado las posiciona como vehículos idóneos para cerrar las brechas de inclusión financiera que persisten en el país. En específico, veremos qué puede hacer una SOFOM para contribuir a los ejes de intervención de la PNIF:
1. Bajo uso de productos financieros: La evidencia global señala que productos financieros diseñados con sensibilidad al contexto —como microseguros, cuentas de ahorro vinculadas a objetivos específicos, o líneas de crédito adaptadas al ciclo agrícola— pueden fortalecer significativamente la resiliencia de los hogares. En este terreno, las SOFOMES tienen la posibilidad de diferenciarse y generar impacto. Adoptar esquemas más flexibles, diversificados y alineados a los ciclos productivos o necesidades familiares puede convertirse en una estrategia de crecimiento inclusiva y rentable.
2. Pagos digitales e infraestructura financiera: El avance hacia una economía más digital exige una red financiera más robusta e inclusiva. Las SOFOMES pueden ser protagonistas en esta transición, no solo promoviendo el uso de pagos electrónicos, sino financiando la infraestructura necesaria: terminales punto de venta (TPV), cajeros automáticos, plataformas móviles o soluciones fintech. Esto es particularmente relevante en regiones donde el efectivo aún representa el 6.8 % del PIB, limitando la trazabilidad y eficiencia del sistema financiero. Financiar estas soluciones no solo amplía el mercado, sino que transforma radicalmente las posibilidades de inclusión en comunidades que históricamente han estado al margen.
3. Educación financiera y protección al usuario: Las SOFOMES no pueden desvincular su rol financiero de su deber formativo. Incorporar contenidos de educación financiera en sus canales digitales, campañas educativas en redes sociales o talleres comunitarios puede fortalecer el uso responsable de los productos financieros. Internamente, los procesos de evaluación crediticia deben incluir mecanismos que aseguren que el cliente comprende los compromisos adquiridos. A nivel de diseño digital, se requieren sistemas intuitivos, con protocolos sólidos de protección de datos, explicaciones claras y mecanismos accesibles de atención a quejas. Así se fortalece la confianza, se previene el sobreendeudamiento y se construye una relación más ética entre institución y cliente.
4. Inclusión de personas en situación de vulnerabilidad: Las SOFOMES están en una posición privilegiada para transformar la realidad financiera de grupos tradicionalmente excluidos: mujeres, migrantes, adultos mayores, población indígena y comunidades rurales. El desarrollo de productos adaptados a sus necesidades —como créditos flexibles, productos para remesas digitales, canales accesibles o esquemas de ahorro solidario— no solo amplía su base de clientes, sino que representa una contribución concreta a la equidad económica. Financiar proyectos productivos o apoyar programas sociales mediante esquemas sostenibles también puede reforzar el tejido comunitario y generar impacto social tangible.
Las SOFOMES tienen ante sí una ventana histórica para asumir un rol protagónico en la transformación del sistema financiero mexicano. Su flexibilidad operativa, cercanía con las comunidades y capacidad de innovación las posiciona como agentes clave en la construcción de un modelo más justo y resiliente. Este white paper ha delineado rutas estratégicas que permiten a estas entidades alinear sus operaciones con una visión de inclusión financiera sostenible. Más allá del cumplimiento normativo o del retorno financiero, se trata de una apuesta ética y visionaria: contribuir al bienestar colectivo fortaleciendo su propia sostenibilidad institucional. En esa convergencia de impacto y estrategia, reside el verdadero valor de las SOFOMES.
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